Creo que es interesante seguir el orden lógico de las partes que componen este artículo, no obstante, para aquellos que saben de que se trata la microbiota, qué relación tiene con el resto de nuestro organismo y algunas de las consecuencias que acarrea una disbiosis o desequilibrio de este maravilloso ecosistema, esta segunda parte está orientada a reconocer cuales son los principales factores más importantes a tener en cuenta para preservar su salud y por tanto la nuestra.
Una cuestión de primera índole por su trascendencia sería la siguiente:
¿Cómo cuidar de la microbiota?
Es sencillo, aunque no siempre fácil. Haz lo contrario de lo que nos suele dictar el statu quo, afrontar un cambio de paradigma. Atención plena al momento presente y observación del estilo de vida sin juzgar, solo haciéndonos conscientes de qué está ocurriendo. A partir de la información recopilada, toca personalizar y decidir cuál de los factores del exposoma tiene un impacto más negativo en nuestro caso, y ese puede ser un buen punto de partida. Los que a continuación se mencionan no son los únicos factores que condicionan nuestra salud, pero si los que por norma general un impacto más importante tienen.
El movimiento
Nuestro cuerpo está diseñado para el movimiento, no para la sedestación. Y lo mejor es que el movimiento es gratis. ¡El sedentarismo mata! ¿Porqué piensas que nuestro sistema músculo esquelético tiene tantas articulaciones? ¡Exacto! para realizar todo tipo de movimientos.
Realizar actividad y ejercicio físico genera bienestar físico, mental y emocional. Existe una sinergia cuerpo-cerebro mediante la cual las acciones o inacciones físicas tienen un impacto a nivel cerebral, potenciando o no la neuroplasticidad. Sin olvidar otros múltiples beneficios, metabólicos y osteomusculares, tanto modulando el microbioma de forma muy positiva, como a nivel actitudinal. Afrontando los retos y vicisitudes de la vida desde un lugar más compasivo con nosotros mismos y los demás. ¡Cuanto más, mejor!
Si queremos optimizar los resultados, el sitio ideal para practicarlo es la naturaleza. Lo que los japoneses llaman “Shirin-Yoku” o “baño de bosque” es una propuesta medicina apta para todos los públicos. Si esa posibilidad no es viable, no pasa nada, cualquier lugar y tiempo es bueno. Así que, ¡levanta el culo de la silla! ¡Cada paso cuenta!
La alimentación
Como dice Michael Polland en su libro: “El dilema del omnívoro”, se ha convertido en un intríngulis para la mayor parte de la población de los países llamados desarrollados. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez «hoy que voy a comer»? Y comienza el rompecabezas:
- Que sea rápido de preparar.
- Que me pueda llevar al trabajo.
- Que esté rico…..
Y con el frigo y la despensa a tope de productos, terminas calzándote un precocinado ultrapalatable e insano del super más cercano al trabajo o un snack “quitapenas” de lo peorcito de la máquina de vending; vamos, un ultraprocesado.
¡Nunca ha habido tanta comida y a la vez tanta malnutrición!
Hemos desaprendido a comer de forma fisiológica. Inmersos en un ambiente obesogénico, nos hemos desconectando del cuerpo y nos cuesta interpretar sus señales. No tenemos claro si sentimos hambre real, o si es un puro artefacto de gestión emocional, una forma de evadirnos de la desidia, de la ansiedad abrumadora o el estrés que nos invade.
No está todo perdido. La buena noticia es que podemos reaprender.
¡Compra alimentos reales o frescos y de temporada; esos que tienen una vida útil limitada o de los que reconocería tu abuela!
El estrés percibido
Son las circunstancias cotidianas percibidas o los pensamientos interpretados como amenazas por el cerebro, los detonantes más frecuentes de la liberación de cortisol y adrenalina.
“No son la cosas que nos pasan las que nos dañan, sino nuestra opinión sobre ellas”,
Epícteto
En otras palabras, dotamos de significado a los eventos, personas, información que forman parte de la pequeña fracción de la realidad que somos capaces de percibir. En función de si ese significado la interpretamos como inocuo o nocivo, y en coherencia con estos pensamientos se generan sentimientos de bienestar, calma, serenidad o sentimientos incómodos que tienen que ver con el miedo, angustia, desasosiego, etc.
Con el sistema simpático activado por la percepción imaginada de peligro, el cuerpo entra en modo supervivencia y protección. Se desencadenan las respuestas de protección: huida, lucha o bloqueo. No es momento para invertir energía en las funciones vitales que nos permiten alcanzar un mayor grado de bienestar, nutrición, relación y reproducción. Es probable que en este preciso momento no seamos conscientes de que estábamos acelerados o estresados. No nos damos cuenta porque lo hemos normalizado.
Como dice Gabor Maté en su libro, “El mito de la normalidad”:
“Lo normal en nuestra sociedad no es natural ni sano, y cumplir los criterios de normalidad de la sociedad moderna consiste en ajustarse a requisitos profundamente anormales en lo relativo a nuestras necesidades naturales”.
El estrés crónico o distrés, nos drena la energía vital, nos agota y termina más pronto que tarde por desequilibrar nuestra microbiota, arrastrándonos estrepitosamente hacia la enfermedad. No desesperemos, podemos mediante modificar estos patrones neuronales. Vivir desde la paz, la serenidad y el amor se puede aprender.
¡Microhábitos salutogénicos: técnicas de relajación, Mindfulness, agradecimiento, yoga, acciones sociales de voluntariado…!
Exposoma tóxico
Todos aquellos factores ambientales negativos: los gases tóxicos de las ciudades, pesticidas, insecticidas, metales pesados, drogas como el tabaco, alcohol (la cerveza y el vino tienen alcohol), fármacos, …y relaciones sociales demandantes y nocivas.
Igual puedes empezar por: ¡Sustituir, disminuir, y progresivamente hasta eliminar de tu vida en la medida de los posible alguno de estos venenos! A partir de aquí tened en cuenta:
“Todo lo que escuchamos es una opinión, no es un hecho.
Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad”
Marco Aurelio
Desde mi mapa….